A nadie le cabe duda que el
concierto de los Rolling Stones en Lima, marcó un hito en el desarrollo de los
megaconciertos en el Perú. Un evento de
tal magnitud esparce su brillo e influencia a través de muchas aristas, entre
ellas, el telonero.
El proceso de su selección estuvo
plagado de expectativas; que Amén, que Río, que Mar de Copas (todos grupos nacionales de gran trayectoria), hasta que se
impuso la categoría y el peso que le da la historia a una banda peruana que ha marcado
a más de una generación, y que desde mi punto de vista no ha sido superada
hasta hoy en día, en varios aspectos: Frágil.
Tampoco fueron ajenas las consabidas y populares
diferencias de criterio entre algunos de sus miembros, particularmente entre su
vocalista primigenio, Andrés Dulude, y el resto de la banda. El resultado fue la presentación de Frágil
antes de los Stones, interpretando si no me equivoco siete temas, cinco con su
actual vocalista Alex Rojas (hijo de mi querido y legendario amigo Gerardo Manuel),
y dos temas con Andrés.
Pero esta entrada no pretende
hablar sólo de Frágil, el artista, sino también de los compositores de sus
canciones.
La banda se presentó en el
Estadio Monumental de Lima de manera gratuita, sin cobrar un centavo. Uno puede estar de acuerdo o en contra con la
decisión del artista de cobrar o no por una presentación; al final es potestad
exclusiva de ellos. Tal vez subirse al
mismo escenario de los Stones pudo haber sido el motivo principal de no
cobrar; o quien sabe, el simple hecho de conocer a Jagger y compañía era
suficiente. Sea cual fuere el motivo, es
una decisión de la banda, pero lo cierto es que la gratuidad de la presentación fue una condición, y una condición impuesta
por el empresario artístico, Kandavu Producciones.
Voy más allá; este hecho quizás
pueda estar reñido con los principios de algunas personas (por ejemplo, el mío,
humildemente), pero -insisto- cada uno maneja su negocio como mejor le parezca,
y al final, es un tema de costos. Así como imponer esa condición es decisión
de Kandavu, aceptarla es decisión del artista, y sobre eso puedo disentir,
pero finalmente es su tema.
Sin embargo, si le sumamos a esta
condicionante ya por sí sola y a mi modo de ver injusta (sobre todo al tratarse
de Frágil, una banda que ya no necesita promoción y que ocupa un lugar
importante -si no el principal- en la historia del rock peruano), algunas otras,
pero que toca los bolsillos de los autores y compositores de los temas interpretados por el telonero en ese
concierto, ya la cosa se va poniendo mal.
Toda la música que se tocó en el
concierto, desde la música ambiental hasta la ejecución de Frágil y de los
propios Stones, generan derechos de autor por comunicación pública, monto que editores y autores reciben, estos últimos a través de sus sociedades, y que estas a su vez reciben de Apdayc, la sociedad de gestión de derechos de autor en el Perú. Es decir, Kandavu
debe de pagarle a Apdayc por los derechos de autor, otorgándole una planilla
con la relación de los temas interpretados a lo largo de toda la noche. Apdayc luego realizará el reparto correspondiente
entre los editores o sociedades según esa planilla, y las sociedades se la hacen llegar a los autores. Es así que los mismos Jagger y Richards,
compositores de la mayoría de los temas, y la editora (que creo que es Emi Music Publishing), recibirán lo que la
interpretación de sus obras generó en el concierto en Lima. Todo muy bien, y así debe ser. La tarifa es un porcentaje de la taquilla, lo
cual, como podrán imaginarse, tratándose de uno de los conciertos con mayor
asistencia y recaudación del año pasado, no es poco: S/ 1’082,133.46 según Apdayc.
Lo mismo debe suceder con los
compositores de las canciones interpretadas por Frágil. Sin embargo, según fuentes consultadas directamente involucradas, resulta que otra “condicionante” para presentarse como teloneros
fue que los autores cedan sus derechos a favor de Kandavu. Ahora bien, esas canciones están
inscritas en Apdayc, y según contrato, los
autores no pueden renunciar a la totalidad de sus regalías, sino sólo hasta un
50%. El otro 50% debe ser cobrado
por Apdayc y enviado a sus titulares.
Pero parece que la empresa productora
fue más allá, haciéndoles firmar a los autores de las canciones interpretadas por Frágil, una carta poder a favor de
Kandavu, para que fuere esta la que cobre en su nombre, de tal modo que, ¡El 100% de los derechos recaudados perteneciente a los autores, fueron a parar, aparentemente, a manos de
Kandavu! Parece que hubo un autor que no
firmó esa cesión por vivir en Miami, Santino, por lo que Apdayc envió, o deberá
enviar, el monto perteneciente a ese autor. Entiendo extra-oficialmente por fuentes
de la sociedad de gestión, que no era poco lo que le tocaba a cada autor… ¡Cerca
de S/. 40,000!
Pretender no pagarle al telonero
so-pretexto de -imagino- promoción y prestigio (no soy partidario de eso, y a
mi modesto entender, Frágil no necesita promoción y prestigio tiene hasta para
regalar), bueno, ya, dejémoslo ahí; pero de allí a
seguir condicionando la presentación al endoso de las regalías generadas por la
comunicación pública de las obras, eso ya no.
Creo que así como un empresario paga
el alquiler del estadio, el equipo de sonido y luces, personal de seguridad y
muchos otros costos, lo mismo debe
suceder con los derechos de autor.
Deben formar parte de los costos de la producción. Se podrá tal vez tratar de negociar el monto para minimizar el impacto en los costos como con cualquier proveedor, de acuerdo, pero de ahí a apropiarse
de unos derechos que no le corresponden hay mucha diferencia.
Ciertamente los autores aceptaron,
no hay duda de ello, pero considero falta de
ética y valores el hecho de sacar provecho valiéndose de una posición de clara ventaja,
poder y dominio, en desmedro de autores y compositores (me pregunto qué
hubiera pasado si los autores de las canciones que interpretaron no fueran los
propios miembros de la banda, ¿no hubieran contratado a Frágil?)
Negocios son negocios, es cierto, pero la
ética y la moral elementales no deben anteponerse; hay cosas que van más allá
de los números, y, aunque la industria
musical no deja de ser un negocio, hay valores y principios que jamás deben
perderse.
Marzo 2017