Esta entrada, lejos de ser una crítica, pretende solo exponer algunas reflexiones sueltas desde un punto de vista personal, en torno a la necesidad de evolucionar que tienen las sociedades de gestión colectiva (SGC), a partir de las experiencias que he tenido con diversas de estas organizaciones locales e internacionales, y particularmente las de derechos de autor.
En términos generales y en el contexto global, las SGC relacionadas con los derechos de autor y derechos conexos desempeñan un papel imprescindible en la preservación de los derechos económicos de sus miembros, a la par que gestionan de manera integral la recolección, administración, y distribución equitativa de los ingresos generados por tales derechos.
Cuando enfocamos nuestra atención principalmente en las SGC de derechos de autor, emerge una necesidad imperiosa de evolución. Más allá de ser meros administradores de los derechos de sus afiliados, los tiempos actuales impulsan a tener que transformarse en verdaderos facilitadores de negocios, en gestores que catalicen y propicien el bienestar económico de sus socios. En esencia, se trata de convertirse en catalizadores de desarrollo y estabilidad social, abogando y propiciando el uso justo de la música y la distribución equitativa de lo recaudado por la explotación de la misma.
Si bien la comunicación pública de obras musicales constituye una fuente primordial de ingresos, ante la complejidad del ecosistema musical actual y la creciente dificultad para lograr una notoriedad que pueda rentabilizarse, se requiere una diversificación y optimización de las fuentes de recaudación para garantizar la sostenibilidad económica de los creadores. Aspectos como la inclusión de las obras en entornos digitales, sincronización publicitaria, la sincronización audiovisual y otros usos emergentes de las obras demandan una atención minuciosa para adaptarse a las dinámicas cambiantes del mercado y las tecnologías, las cuales están en constante evolución, lo que impulsa una aceleración de las transacciones y procesos, exigiendo de ellas una mayor agilidad y eficiencia en su operatividad. En este sentido, es imperativo reforzar la capacidad de adaptación e innovación en el desarrollo de sistemas y herramientas que faciliten la gestión de derechos en un entorno digital dinámico y cambiante.
Es por ello que creo que el rol
de las SGC debe ampliarse, empezando desde un perfeccionamiento de su marco
legal hasta el funcionamiento interno de las propias sociedades, todo con un objetivo claro: el beneficio de los creadores, pero sin menoscabar la practicidad y relevancia en la sociedad actual, y es por ello que expongo alunas reflexiones en cuanto a las áreas de enfoque.
Una de las más complejas y crucial se encuentra en el ámbito legal. Las leyes de derecho de autor suelen ser restrictivas y al margen de la obligación natural de contribuir al perfeccionamiento y modernización de las leyes (en lo cual hay mucho por hacer), particularmente en el caso del Perú, la existencia de un órgano de control como INDECOPI, encargado de otorgar autorizaciones de funcionamiento a las sociedades de gestión colectiva, fiscalizarlas e inspeccionarlas, plantea ciertas contradicciones. La dualidad de funciones de INDECOPI, como garante del consumidor y a la vez protector de la propiedad intelectual, puede generar conflictos de interés o confusiones en casos de disputas entre creadores y usuarios. Cuando se es juez y parte, se pone en tela de juicio la imparcialidad y el equilibrio de los intereses de todas las partes, precepto fundamental para garantizar la confianza en el sistema judicial. Este hecho representa un enorme reto para todas las SGC nacionales sin excepción.
Pero el marco normativo no lo es
todo; es necesario explorar otras áreas de mejora que contribuyan al
fortalecimiento de estas instituciones.
Las comunicaciones y redes actuales exigen a toda institución el deber de promover una
cultura de transparencia y rendición de cuentas, y particularmente a las SGC, por su naturaleza colectiva, les obliga a proporcionar no sólo a sus
afiliados, sino también al público en general, información detallada sobre sus
operaciones financieras, políticas de reparto de ingresos y decisiones
administrativas. Esta política constante y sostenida fomentaría y fortalecería la
confianza y legitimidad de estas organizaciones ante sus stakeholders. Por ello, es fundamental no desmayar en el
establecimiento de programas de educación y capacitación dirigidos tanto a los
creadores como a los usuarios de obras protegidas por derechos de autor, y que muchas SGC ya hacen.
Brindar información clara y accesible sobre los derechos y obligaciones
relacionados con la propiedad intelectual puede contribuir a una mayor
comprensión y cumplimiento de la normativa vigente, reduciendo así posibles
conflictos y disputas.
Por otro lado, dada la naturaleza
transfronteriza de muchas obras protegidas por derechos de autor, las SGC en
general deben fortalecer sus vínculos de colaboración a nivel internacional.
Esto incluye la participación activa en redes y alianzas internacionales, así
como el reforzamiento de acuerdos de reciprocidad y colaboración con sociedades
similares en otros países, facilitando así la gestión y distribución de
derechos a nivel global a través de programas concretos de intercambio de
información, programas continuos de buenas prácticas y reales compromisos
colaborativos a nivel mundial, iniciativas que pueden nacer desde instituciones internacionales que las agremia.
No se debe dejar de lado la tecnología. Las SGC deben adoptar una
postura proactiva hacia la innovación tecnológica, aprovechando herramientas de inteligencia artificial, blockchain y análisis de datos para optimizar sus
procesos de recaudación, identificación de obras y distribución de ingresos. La
implementación de soluciones tecnológicas avanzadas puede mejorar la eficiencia
operativa y reducir los costos administrativos, agilizar las transacciones comerciales, facilitar el intercambio de información de manera eficaz y oportuna, aumentando así las posibilidades y beneficios
para la explotación de las obras de los creadores.
Por el lado del funcionamiento
interno, creo que la filosofía de una SGC no sólo debe estar concentrada en mejorar la
recaudación, sino sobre todo en perseguir constantemente el perfeccionamiento del reparto.
Los esfuerzos de una SGC tienen que estar dirigidos no sólo a recaudar
los derechos de quienes hacen uso de la música, si no también enfocarse a
encontrar sistemas cada vez más exactos y confiables de distribuir bien lo que
recauda. Todos sus asociados deben recibir información detallada y lo más exacta posible, y para ello las SGC
deben concentrarse en crear fórmulas que permitan una distribución cada vez más
justa, exacta y confiables. Esta perspectiva, además, contribuye de gran manera a la percepción de transparencia y claridad, tan necesaria en organizaciones colectivas.
Igualmente, por el lado organizacional, el ecosistema de recaudación y distribución es sumamente complejo y difícil de entender, por lo que muchos de los miembros de la sociedad constantemente albergan preguntas e interrogantes de diversa índole. Las SGC deben realizar enormes esfuerzos en potenciar sus oficinas de atención al asociado para que le brinde la información correcta y a tiempo, y no limitarse a ser una mera ventanilla que recibe preguntas y las canaliza a otros departamentos. Asimismo, la constante revisión de su estatuto es una labor prioritaria, y la adecuación de estos para evitar que la institución sean percibidas en algunos mercados como un botín o una agencia de empleos; los usuarios, entretanto, ven a veces a las SGC como una barrera a la que hay que sortear, como un ente parasitario que se debe evitar, desvirtuando su verdadero espíritu: velar por los derechos de sus asociados.
Las SGC cada vez menos cumplen un rol aislado y concéntrico, y ya no son vistas como instituciones independientes o anónimas que se dedican solo a satisfacer las
necesidades de sus miembros. Son ahora un
eslabón muy activo entre los usuarios de la música, los creadores y la sociedad
en general, por lo que cada vez es más importante extender sus intereses y acciones hacia las áreas de influencia, para convertirse en instituciones ágiles, transparentes, proactivas, y conscientes de su
importancia y rol en la sociedad, y siempre en beneficio no solo de sus autores, sino de la sociedad misma, y esa perspectiva debe ser compartida en todos los niveles operativos.
Ciertamente, muchas organizaciones ya realizan ciertos esfuerzos y actividades como los mencionados, pero estas siempre precisan de un enfoque holístico y
multifacético, que abarque desde aspectos legales y operativos hasta
consideraciones relacionadas con la transparencia, educación, colaboración
global, tecnología y doctrinas. Tal vez se considere una utopía o algo muy lejano, pero no por ello se debe dejar de considerar que solo mediante un compromiso continuo con la
excelencia y la adaptación a los cambios del entorno, estas instituciones
podrán seguir cumpliendo su misión de proteger y promover los derechos de los
creadores en la era digital.
Abril 2024