La IA está en boca de todos y
está cambiando la forma en que la música se crea, produce y distribuye. Redes
neuronales profundas o algoritmos de aprendizaje automático están siendo
utilizadas para generar automáticamente música, mejoran la calidad del audio y
ofrecen recomendaciones cada vez más exactas, y con ello definen los procesos
creativos y les dan a los artistas mejores posibilidades de explorar nuevas fórmulas
y pasajes sonoros, a la vez que optimizan la experiencia del usuario final, algo
tan necesario e importante en la actualidad. Sin embargo, esta innovación
también ha revelado muchos miedos, especialmente entre las majors,
quienes ven en la IA una amenaza a su acostumbrado control y a la integridad
artística.
A cualquier profesional de la
música le recordará entonces “la biblia” de la industria, el influyente libro All
You Need to Know About the Music Business de Donald Passman, en donde
introduce la consabida "Teoría del Ciclo Passman", una idea que
explica cómo las disrupciones tecnológicas provocan primero miedo y resistencia
en la industria, seguida por una adaptación y, eventualmente, una total integración.
Passman postula -con acierto- que este
ciclo de respuestas ante innovaciones tecnológicas disruptivas, se han evidenciado
históricamente, desde la invención del fonógrafo hasta la revolución del streaming. Me surge por consiguiente una curiosidad: ¿Con
la irrupción de la IA, se está cumpliendo el mismo ciclo? ¿Se está comportando la industria tal como lo
indica el veterano abogado en su libro?
Para responder esas inquietudes
primero es necesario recordar los postulados de dicha teoría. Passman sostiene que cada vez que una nueva
tecnología amenaza el status quo de la industria musical, las grandes
discográficas y otros actores clave se muestran reactivos ante tal invento.
Este temor se manifiesta generalmente en medidas legales, presiones
regulatorias y estrategias comerciales defensivas. Con el tiempo, la industria
se termina adaptando, encontrando maneras de integrar la tecnología en sus
modelos de negocio, modificando y optimizando la eficiencia operativa para crear
nuevas oportunidades de monetización. Claro, es un ciclo, por lo tanto, que ha sido observado
repetidamente, y con la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en la
música no tendría que ser diferente.
Entre una y otra etapa, hay algunos patrones que la industria sigue y
que grosso modo se puede reducir a esto:
Un claro ejemplo de este temor son las recientes demandas de la Recording Industry Association of America (RIAA) contra empresas como Suno o Udio, que utilizan IA para generar música. La RIAA reclama, entre otras cosas, que estas tecnologías han sido entrenadas con canciones protegidas por derechos de autor sin el debido permiso, lo cual plantea legítimas preocupaciones sobre el uso indebido de propiedad intelectual y la violación de derechos de autor, y que ha sido producto de debate desde que apareció la IA. Las demandas de la RIAA hacia estas creativas plataformas (reconozcamos que son buenísimas), reflejan la fase de resistencia que Passman describe como la primera etapa de su ciclo, donde la industria reacciona defensivamente ante la amenaza percibida, y utilizando el sistema legal para frenar el avance tecnológico y proteger sus intereses.
Comparando este fenómeno con la
era de Internet, es evidente la reacción en cuanto a la resistencia inicial. La
irrupción de Internet en la música a finales de los 90 y principios de los 2000
con sus desesperaciones jurídicas sigue siendo uno de los ejemplos más claros
del Ciclo Passman en acción. Efectivamente, las redes P2P como Napster
inicialmente causó una histeria en la industria, provocando una férrea
resistencia y muchas batallas legales por parte de la industria musical (y que,
finalmente, ganó). Pero eventualmente la industria se adaptó, y plataformas
legales de streaming como Spotify y Apple Music se convirtieron en la
norma.
No obstante, la velocidad de
adaptación creo que es más rápida en la actualidad, y es que la industria
musical parece haber aprendido lecciones valiosas de la era de Internet, está
mejor preparada para enfrentar y adaptarse a nuevas disrupciones tecnológicas,
y tiene en sus filas gente con mayor capacidad de adaptación.
Ahora bien, sin duda el uso de IA
en la música acarrea retos legales muy intrincados, y en el caso de Suno y Udio,
el foco del litigio es que la RIAA reclama que esas IA fueron entrenadas con
canciones protegidas, lo cual constituye en estricto rigor una violación
directa de los derechos de autor.
Este es un aspecto crítico que está
siendo abordado por la industria para asegurar una integración justa y legal de
la tecnología, aunque, comercialmente hablando, la IA ofrece también oportunidades.
Por un lado, puede reducir costos y aumentar la eficiencia en la producción y
distribución de música, pero por otro, puede desvalorizar también el trabajo
humano si no se gestiona adecuadamente. Las majors, que inicialmente se
muestran reacias, podrían eventualmente encontrar formas de monetizar estas
tecnologías, tal como lo hicieron con el streaming. Justamente en la
transparencia y el acceso a la información, son áreas en donde la IA puede
tener un impacto positivo.
Además, hoy en día los artistas
están mejor informados y tienen más herramientas a su disposición para
gestionar sus carreras; ya no son “los artistas” de antes, cuando muchos
artistas se sintieron desplazados o desinformados, lo que dio paso a una etapa
muy -no sin cierta razón- satanizada: el periodo de gracia (donde se le da la
oportunidad a que la tecnología despegue y se entienda, la cual se extiende más
allá de lo necesario y dejando una rendija de aprovechamiento para las majors).
Y pasamos a otro topic… Lo
anterior pone en primer plano la relación entre discográficas y artistas, que
constantemente evoluciona, muta y cambia obedeciendo a las mareas de cada
protagonista. La irrupción de la IA va a transformar esta dinámica de maneras
significativas. Por un lado, las discográficas podrían utilizar IA para
descubrir y promover nuevos talentos más eficientemente, mientras que, por
otro, los artistas podrían beneficiarse de ella para crear y distribuir su
música de manera más autónoma. La transparencia y el acceso a la información,
facilitados por la tecnología, han llevado a una relación más equilibrada -a
diferencia de los años 2000- entre artistas y discográficas. La gran diferencia
es que los artistas de hoy están más y mejor informados, están empoderados, lo
que podría llevar a un modelo de negocio más colaborativo y menos explotador.
La industria parece estar
adaptándose más rápidamente que en ciclos anteriores, posiblemente debido a las
lecciones aprendidas durante la era de Internet. A medida que la industria
navega por estos cambios, es probable que veamos una integración más profunda
de la IA, transformando no solo cómo se crea y distribuye la música, sino
también cómo se gestiona y protege.
Pero regresemos a mi inquietud
inicial; la Teoría del Ciclo Passman sigue siendo relevante en la
era de la IA en la música, aunque con algunas adaptaciones. La resistencia
inicial y el temor persisten, y se reflejan en litigios y preocupaciones
legales (a mi juicio legítimas), especialmente en cuanto al uso indebido de
material protegido para entrenar a la IA. Igualmente, al tener a los artistas mejor
informados, los tiempos se acortan, y algunos ciclos se eliminan, como la reducción
de tiempos en la segunda y tercera etapa (incomprensión de la economía de la
nueva tecnología y “periodo de gracia”), así como la eliminación de la cuarta etapa,
en la cual la industria ya sabe cómo manejar los hilos de la nueva tecnología y
saca provecho lo más que puede, muchas veces en desmedro de otros stakeholders.
Algo tendrá que cambiar; en última instancia, la Teoría
del Ciclo Passman servirá siempre como un marco referencial para entender estas
dinámicas, recordándonos que la adaptación y la evolución son las únicas
constantes en la industria musical.
Dr. Passman, nos vemos en la
12va. Edición.
Julio 2024