jueves, 24 de abril de 2025

TIKTOK, PUBLICIDAD Y MÚSICA: EL ALTO PRECIO A PAGAR SI NO SE TIENE CUIDADO

 














Hace poco leí en el portal Music Business Worlwide sobre una demanda presentada por Warner Music Group (WMG) contra la cadena estadounidense de galletas Crumbl, a quien acusa de haber usado al menos 159 grabaciones y composiciones musicales sin licencia en videos promocionales publicados en sus cuentas de TikTok e Instagram. Crumbl, que tiene millones de seguidores y ha basado gran parte de su estrategia de marca en redes sociales, podría enfrentar daños de hasta 23,85 millones de dólares si el tribunal concede la pena máxima por cada obra.  Según la demanda, Crumbl utilizó fragmentos musicales de artistas como Taylor Swift, Ariana Grande, BTS y Coldplay en videos que promovían productos específicos, como galletas de cheesecake de arándanos con la canción Blueberry Faygo, o galletas “Yellow” con la canción homónima de Coldplay.  Todo esto sin licencias de sincronización ni autorización previa de los titulares de derechos.  Y no se trata solo de contenido creado por la empresa. Warner alega que Crumbl también promovió contenido infractor al colaborar con influencers, quienes recibieron recompensas o pagos para promocionar productos en sus cuentas, usando música comercial protegida.

En la era digital, donde un video viral puede transformar por completo la visibilidad de una marca, muchas empresas se han lanzado a utilizar plataformas como TikTok o Instagram para conectar con nuevos públicos, generar engagement y aumentar ventas.  Sin embargo, esta creatividad tiene límites legales muy claros, y uno de los errores más comunes y costosos que están cometiendo empresas de todos los tamaños es el uso no autorizado de música protegida por derechos de autor en contenido publicitario.

Un error garrafal, y que cometen muchas empresas, es pensar que, si una canción aparece como opción dentro de TikTok, puede usarse libremente. Cuidado: TikTok no tiene una sola biblioteca musical; existen dos bibliotecas distintas y con reglas muy diferentes.

Por un lado, está la biblioteca general, disponible para cuentas personales o de creadores de contenido no comerciales. Esta biblioteca contiene la música comercial más popular y actual, gracias a acuerdos de licencia entre TikTok y las discográficas. Sin embargo, estos acuerdos excluyen de forma explícita el uso con fines publicitarios. Esto significa que, aunque un influencer o un usuario pueda usar una canción de Dua Lipa para un video personal o de entretenimiento, no está autorizado a hacerlo si ese contenido está patrocinado o forma parte de una campaña comercial.

Por otro lado, existe la Commercial Music Library (CML), una biblioteca especial para cuentas empresariales, que incluye pistas libres de regalías, música instrumental o temas especialmente compuestos para ser utilizados en videos de marca, anuncios, y contenido promocional. Legalmente, es la única opción segura para quienes gestionan cuentas comerciales.  No contiene canciones populares, justamente porque esas obras requieren una negociación de licencia específica —conocida como licencia de sincronización— para su uso audiovisual con fines de lucro.

Es en este punto donde muchas marcas fallan. El uso de música popular desde una cuenta empresarial de TikTok constituye una infracción directa de los derechos de autor y conexos. No importa si la canción dura solo unos segundos, si el video es informal, o si “todo el mundo lo hace”.  Las discográficas y los titulares del derecho de autor están comenzado a actuar con firmeza, y los precedentes legales ya existen.  El caso Crumbl se suma a otros similares; así lo señala el artículo de Music Business Worlwide:  juicios contra Bang Energy, Chili’s, Marriott o la Universidad del Sur de California, en todos estos casos, las empresas utilizaron música protegida para atraer consumidores sin contar con las licencias necesarias. Y en todos ellos, las consecuencias legales han sido cuantiosas.

Una práctica que muchas marcas están adoptando —y que también supone un riesgo legal— es encargar a influencers la creación de contenido. En teoría, los influencers pueden usar música comercial desde sus cuentas personales. Pero en la práctica, si reciben cualquier tipo de beneficio a cambio de su contenido (dinero, productos, descuentos, exposición, canjes, etc.), el video pasa a ser considerado publicitario. Y en ese contexto, el uso de música protegida sin licencia se convierte en una infracción, tanto para el influencer como para la marca. El hecho de “tercerizar” el contenido no exime a las empresas de responsabilidad. Los titulares de los derechos lo saben y ya están apuntando a estas colaboraciones como parte del ecosistema infractor (no quiero ni mencionar lo que sucedería cuando una marca le pide a un influencer que haga un challenge en Tiktok usando la música, pues el sistema de esa plataforma, al hacer el split el audio con el video de forma automática, provocaría miles de actos de reproducción, un uso que por lo general se excluye de las prácticas publicitarias).

Peor aún, en el Perú existe la mala práctica -extendida, por cierto- de usar una agencia de marketing digital, o muchas veces un free lancer que funge de community manager, que se encargue de subir contenido a nombre de la marca, y estos frecuentemente lo hacen a través de una cuenta personal, no una cuenta empresarial… Sí, entiendo que la tentación de usar música conocida con derechos es muy grande, pero ya sabemos quién podría pagar los platos rotos en caso exista un conflicto legal, ¿no?

Otra creencia muy común, pero errónea, es pensar que el uso breve o transformado de una canción puede acogerse al principio del “uso justo” (fair use). Este principio tiene una aplicación muy limitada en contextos comerciales, y peor aún, es un concepto que sólo existe en los Estados Unidos según las leyes del copyright anglosajón.  Las leyes de derechos de autor no recogen por lo general el concepto del “fair use”.   Y si así fuese, el marketing y la publicidad, por definición, persiguen un beneficio económico, y como han establecido repetidamente los tribunales, no puede existir un “uso justo” cuando se explota una obra creativa con fines lucrativos sin permiso.

Para evitar caer en este tipo de situaciones, las empresas y agencias de publicidad deben tomar una serie de precauciones. La más importante es usar exclusivamente la biblioteca comercial de TikTok si se trabaja desde una cuenta empresarial. Si se desea utilizar una canción popular con fines comerciales, es imprescindible negociar una licencia de sincronización y/o master con los titulares de derechos.  También es fundamental que los equipos de marketing estén correctamente formados en materia de derechos de autor. No basta con confiar en lo que está disponible en la plataforma. Se requiere conocimiento legal para no cruzar la línea. Asimismo, los acuerdos con influencers deben incluir cláusulas específicas que prohíban el uso de música no licenciada en contenido patrocinado. La música debe ser legal, además de atractiva.  Después de todo una licencia es más asequible que un litigio.

La lección es simple: que algo esté “disponible” no significa que sea legal usarlo. Cada canción tiene un dueño, y los dueños están mirando. En un entorno donde la viralidad es sinónimo de exposición masiva, el uso indebido de obras protegidas se vuelve más visible y, por tanto, más fácil de perseguir judicialmente.

Si bien el caso de Crumbl y Warner sucede en Estados Unidos, en cualquier momento se pueden presentar casos similares en mercados latinoamericanos dada la penetración de las plataformas digitales.  El caso de Crumbl no es una excepción. Es un aviso. Una advertencia clara para cualquier empresa que pretenda usar música popular como parte de su estrategia publicitaria en redes sociales. Ignorar las reglas del juego puede traducirse en miles de dólares en sanciones, sin contar el daño reputacional. Las redes sociales ya no son un terreno virgen en materia legal, y la música no es un recurso neutral: es propiedad intelectual, y como tal, debe respetarse.

Un TikTok exitoso no puede terminar en un tribunal, por lo que crear contenido creativo, viral y legal no solo es posible, es necesario.

Abril 2025