jueves, 6 de noviembre de 2025

YA SE PUEDEN REGISTRAR OBRAS MUSICALES CON IA, PERO ¿ES UN AVANCE EN LOS DERECHOS DE AUTOR O UN VACÍO NORMATIVO?

 













La semana pasada hubo una noticia que no es que haya pasado desapercibida, sino que creo que no se ha entendido la verdadera repercusión que puede tener en la industria musical.  Las más grandes PRO’s (Public Rights Organization, o lo que acá conocemos como Sociedades de Gestión Colectiva) de autor en Estados Unidos y Canadá, es decir, ASCAP, BMI y SOCAN han emitido un comunicado en el que declaran que aceptarán el registro de obras musicales parcialmente generadas con inteligencia artificial, lo que, sin duda, marca un antes y un después en la relación entre creatividad humana y el uso de la IA.

Si bien este anuncio se presenta aún como una mera actualización de sus políticas de registro, la verdad es que más parece una declaración política sobre el futuro de la autoría, la protección de derechos y la legitimidad de los procesos creativos en la era de los modelos generativos. Lo que está en juego no es solo la posibilidad de registrar una obra híbrida, sino la redefinición en sí de lo que se considera “contribución humana significativa” en un entorno donde las herramientas de IA ya no son simples asistentes, sino, en la práctica, coautores invisibles.

Existía una enorme presión por parte de compositores y productores que ya vienen usando IA en sus creaciones, por lo que no es de extrañar este giro de las PRO’s en sus políticas institucionales. Y esta decisión forma parte de una tendencia global, que busca regular -pero sin frenar- el uso de IA en la música.

Sin embargo, lo que resulta más importante no es necesariamente lo que han aceptado, sino lo que aún no está definido… Si bien le han abierto las puertas al registro de obras parcialmente generadas por IA, hasta el momento no han establecido un sistema técnico para determinar cuánto de esa obra proviene de una máquina y cuánto de una mente humana. En otras palabras, han creado una categoría sin un instrumento de medición, al menos por ahora.

La inexistencia de un sistema de verificación plantea preguntas elementales y que son el corazón del asunto, tales como ¿cómo se define una “contribución humana significativa”? ¿basta con ajustar un prompt, editar una línea melódica o seleccionar entre varias opciones generadas? ¿qué ocurre pasa cuando el proceso creativo se convierte en una creada con el algoritmo más que en una composición tradicional?  Ante esto, las PRO’s solo han optado -nuevamente, por ahora- por un modelo solamente declarativo, es decir, que el compositor o titular de derechos debe indicar si la obra incluye elementos generados por IA. No hay software de detección, ni trazabilidad de modelos, ni auditorías técnicas. El único filtro es la confianza en el creador, algo peligroso que puede abrir paso a interpretaciones antojadizas o convenientes, pero también para futuras posibles disputas sobre la legitimidad de ciertos registros.  Parte de esto lo analicé en un post en febrero pasado...

Las PRO’s en estos momentos están caminando sobre la cuerda floja, ya que, por un lado, deben adaptarse a una industria que ya incorpora IA en sus flujos de trabajo, mientras que por otro, deben proteger la integridad del sistema de derechos de autor, que se basa en la autoría producto de la mente humana. Así entonces, aceptar obras híbridas sin definir un mecanismo de evaluación tal vez sea una forma de ganar tiempo para abrir el debate, sin comprometerse todavía con una postura técnica definitiva. Pero también es una invitación a que los actores del ecosistema —editores, casas de audio, consultores, educadores— desarrollen sus propios criterios internos para decidir qué registrar, cómo justificarlo y qué riesgos asumir.

Menudo trabajo el que se avecina, en donde la autorregulación sea tal vez la herramienta que se usará. Los editores que trabajan con compositores que usan IA, van a tener que establecer protocolos internos para documentar el proceso creativo, tratar de identificar qué partes fueron generadas por máquinas y qué decisiones fueron tomadas por humanos (ojo, no se trata de revelar el método, sino de proteger la legitimidad del resultado). El registro de obras híbridas podría convertirse entonces en un tema de posicionamiento: declarar el uso de IA podría ser visto como una señal de innovación, pero también como una vulnerabilidad legal si no se acompaña de un proceso claro sobre la intervención humana.  La nueva forma de componer quizás podrá consistir en que la obra no solo debe sonar bien, sino que deba estar jurídicamente blindada.

Es muy probable que las PRO’s desarrollen en el futuro herramientas de medición que indiquen el uso de IA en la creación, pero mientras eso ocurre, el terreno está abierto para quienes sepan anticiparse. Las editoriales y songcamps que diseñen sus propios checklists, sus propios esquemas de diagnóstico, sus propios formatos de declaración estratégicos, estarán mejor posicionadas para registrar obras sin comprometer derechos, para negociar licencias sin generar fricciones, y para responder a cuestionamientos sin revelar sus procesos internos. La enseñanza también deberá acomodarse para entender límites jurídicos, estratégicos y ser muy dinámicos para afrontar cualquier cambio.

Es un momento que exige una lectura amplia y estratégica del entorno; hay que entender qué implica usar IA, qué riesgos se asumen, qué narrativas se activan.

Miremos el otro lado de la moneda; en realidad, lo que está en juego no es solo la aceptación oficial de la IA como herramienta creativa, sino la redefinición misma del valor de la intervención humana.

Más que celebrar la apertura de las PRO’s, creo que hay que verla como una señal de alerta: las reglas están cambiando, pero los instrumentos de medición aún no existen. Todos los que intervienen en este nuevo terreno deben actuar con cautela, pero con rapidez, con inteligencia, y con estrategia.

Si bien la IA puede generar música, solo los humanos pueden generar legitimidad. Y es justamente en ese espacio intermedio -entre lo generado y lo verificado- que se jugará el verdadero partido para generar valor, la autoría y el derecho a cobrar.

Noviembre 2025