jueves, 22 de diciembre de 2016

ANÉCDOTAS DE LOS TIEMPOS DEL VINILO



Hoy se inicia oficialmente el verano, y aunque no por ello deja de ser una época de estrés, me tomo la licencia de volver a publicar un artículo escrito hace algunos años a pedido de mi amigo-hermano Javier Lishner (en parte uno de los principales artífices de la popularidad del rock en español de los 80) y que fue publicado originalmente en su blog “Rock around the Blog” (http://javierlishner.blogspot.pe/).  Este post cuenta una experiencia propia en donde se mezclan la tecnología vintage, la casualidad, los negocios y la música, dándonos una perspectiva de lo que podía suceder en un mundo en donde muchas cosas se hacían casi de manera artesanal; espero les arranque aunque sea una sonrisa veraniega.

En el mundo discográfico muchas veces suceden cosas bienaventuradas; a veces, desastrosas; en algunos casos, absurdas; y, en otros, curiosas, como esta. Tratándose de una de las canciones más populares de la década del ochenta en el Perú, este hecho es tan raro que, de no haber estado involucrado personalmente en el proceso, nunca habríamos encontrado una respuesta medianamente lógica a una pregunta que muchas veces me hicieron: ¿En qué disco sale la 'versión larga' de "Amor por Computadora"? (canción n° 7 del LP “Rock de una noche de verano” de Miguel Ríos, de gran popularidad a principios de la década de los 80).




Corrían los últimos meses del 83, y me encontraba como Asesor de A&R (una suerte de label manager) en la hoy desaparecida casa discográfica El Virrey Industrias Musicales S.A. En ese entonces, mi labor consistía, principalmente, en identificar las producciones musicales que tuviesen potencial comercial en el mercado peruano, fundamentalmente de repertorio anglo, para luego editarlas en versión nacional (aunque me daba algunas licencias para otros géneros). Muy aparte de las estrategias seguidas para ello, que no es objeto de esta nota, habría que conocer una parte del proceso de fabricación de discos (de vinilo o pasta) durante esos años.

Era una época en que el fax era casi de ciencia ficción, el correo electrónico inimaginable, las computadoras personales sólo en manos de los pioneros en informática... No existían servicios de courier y todo se hacía a la antigua: prestas secretarias tomaban dictados escribiendo en taquigrafía, para que, después, sólo los mensajes más urgentes fueran pasados al departamento de télex, en donde otra eficiente señorita "picaba" los mensajes; memorándums escritos en máquina de escribir y sus copias al carbón... El correo aéreo regular era la estrella de entonces, y las llamadas telefónicas de larga distancia estaban reservadas sólo para casos de urgencia, por lo oneroso de las comunicaciones internacionales de la CPT, la Compañía Peruana de Teléfonos.

Los discos de pasta se recibían –por correo, claro- de todas partes del mundo, y si había alguno con posibilidades de explotarlo en el mercado local, lo primero que se hacía era enviarlo al departamento de grabaciones para que lo copiaran a modo de back up en una cinta de carrete abierto, tratando de preservar al máximo la fidelidad (sólo las producciones muy importantes eran enviadas directamente en cinta, pues los altos costos de transporte y desaduanaje hacían que esa práctica fuere casi prohibitiva). Y esto se hacía de una manera muy simple: un tornamesa, una pastilla o aguja de muy buena calidad, un amplificador, buenos parlantes y una grabadora de cinta. De modo tal que, si se decidía lanzar en edición nacional determinada producción, se echaba mano de la cinta y pasaba al departamento de corte, en donde los sonidos se transferían físicamente a un acetato, y de allí se hacían las matrices de los discos (33 r.p.m. ó 45 r.p.m., lado A y lado B).

En aquella época, apenas iniciada la ola del rock en español en el Perú de los ochenta, recibí un long play y un 45 r.p.m., directamente de la oficina del sello Polydor de España. Ese long play fue El rock de una noche de verano, de Miguel Ríos, artista cuya trayectoria ya me era muy conocida y, ante la explosión del género, decidí prestarle más que atención. Sobre todo al disco simple con "Amor por computadora" en el lado A, el que decidí sin ninguna duda promocionar en las radios de entonces, utilizando el mismísimo disco original recibido de la Polydor de España. Por supuesto, luego de haber hecho el back up, tanto del sencillo como del álbum. El éxito fue tal que no pudimos esperar a pedir la cinta para lanzarla en edición nacional –no había tiempo, demoraba cerca de 30 días la importación de los carretes y el disco ya lo pedían en las discotiendas- y fue entonces que dimos la orden para que la cinta del 45 pasara al departamento de corte.

Ante la arrolladora venta del sencillo, el paso lógico era editar el álbum, formato que, una vez lanzado, tradicionalmente permanecía rezagado en comparación al 45. Primera sorpresa: el larga duración se comenzaba a vender mucho más que el disco simple, y las radios comenzaron a tocar la versión larga de "Amor por computadora". Sí señor, una versión larga, aquella que venía con los primeros riffs de guitarra en cuatro tiempos antes de arrancar con las bases.

La "versión larga" la pueden escuchar aquí (riff a partir del 1:13")

Las ventas fueron inigualables, al punto que algunos países vecinos comenzaron a prestarle atención al tema, y, de paso, a preguntarnos por nuestra experiencia con el artista. En un momento recuerdo haber conversado con algún colega, creo que de la disquera en Ecuador, a quien le relaté la buena táctica de lanzar, primero, la versión corta y, posteriormente, la otra, alargando así la vida, y por ende, las ventas, de dicha producción (y dándomelas, cómo no, de eximio estratega musical).

- "¿Cuál versión larga?", fue la pregunta que de inmediato recibí de parte de mi interlocutor.

- "Pues… la de "Amor por computadora" que está en el álbum", respondí diligentemente, con la seguridad y el respaldo que me daban los excelentes números conseguidos y la total consagración del artista en el Perú (cosa que era mi principal motivación, más que las ventas en sí).

La segunda sorpresa que me dejó frío, más aún viniendo de aquel reputado colega, llegó inmediatamente:

- "Yo tengo el disco importado de España, lo he escuchado mil veces, y aquí no hay ninguna versión larga", me dijo.

Para mí, por supuesto que no podía ser, pues el álbum había sido una copia exacta –o por lo menos eso creíamos- del mismo larga duración de edición española. ¿Habría otra versión? Imposible, pensábamos, y, en todo caso, se nos hubiera sido comunicado… 

Luego de días de discusiones y averiguaciones, dimos por fin con la trama del asunto: El disco recibido por nosotros había llegado defectuoso, pues al principio de "Amor por computadora" tenía un rayón, y las sensibles pastillas del departamento de grabaciones la habían detectado, generándose lo que comúnmente se conocía como "salto" o efecto de disco rayado... Esto es, se repetían secuencias de la canción. Pero eso no quedaba allí, pues los experimentados oídos de los técnicos no hubieran dejado pasar tamaña falla. Lo inverosímil fue que los "saltos" fueron tan exactos y precisos -en tiempo y forma-, que nadie, absolutamente nadie, reparó en aquella falla, y todos en El Virrey dimos por sentado que aquel disco, efectivamente, contenía la versión larga de ese tema.

La versión correcta -y única- pueden escucharla aquí 

La versión larga peruana tuvo que ser descontinuada luego de los primeros prensajes y, posteriormente, reemplazada por el disco de la versión correcta. En un inicio, fue motivo de un buen jalón de orejas por parte de la casa matriz de Polydor. No obstante, luego de recibir las jugosas regalías -por lo menos, eso creo yo- se convirtió como por arte de magia en reconocimientos y halagos, desde luego, no oficiales.

Cierto es que con el avance de la tecnología de hoy, reproducir ese lapsus es demasiado sencillo (como lo reproduzco aquí en las muestras de audio digitales con extrema facilidad), pero de allí a que se formen de manera fortuita y casual, no existe tecnología nueva o vieja capaz de semejante coincidencia.


Aquel rayón burló los oídos más finos, no míos sino de los técnicos y ejecutivos de la disquera, hombres de radio, de prensa, y, por supuesto, del público que llegó a adquirir aquella edición limitada del famoso Rock de una noche de verano, de Miguel Ríos. Uno en millón.

Quien tenga alguna copia de esa "versión larga", o mejor dicho, "copia no autorizada", que la guarde, pues me imagino que debe tener algún valor para fanáticos.  Hoy, el escándalo que se hubiera armado si alguien se atreve a sacar una versión distinta, sería mayúsculo...  Eran otras épocas, sin duda, y la tecnología no estaba de nuestro lado; las casualidades sí.  Felices fiestas a todos

Diciembre 2016

1 comentario:

  1. Muy buena anécdota, Sí pues en la industria en los 80s realizar el master desde los vinilos que eran manipulados en aduana nos traían sorpresas.

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