Hoy se inicia oficialmente el verano, y aunque no por ello deja de ser una época
de estrés, me tomo la licencia de volver a publicar un artículo escrito hace algunos años a pedido
de mi amigo-hermano Javier Lishner (en parte uno de los principales artífices
de la popularidad del rock en español de los 80) y que fue publicado originalmente
en su blog “Rock around the Blog” (http://javierlishner.blogspot.pe/). Este post cuenta una experiencia propia en
donde se mezclan la tecnología vintage, la casualidad, los negocios y la
música, dándonos una perspectiva de lo que podía suceder en un mundo en donde
muchas cosas se hacían casi de manera artesanal; espero les arranque aunque
sea una sonrisa veraniega.
En el mundo discográfico muchas
veces suceden cosas bienaventuradas; a veces, desastrosas; en algunos casos,
absurdas; y, en otros, curiosas, como esta. Tratándose de una de las canciones
más populares de la década del ochenta en el Perú, este hecho es tan raro que,
de no haber estado involucrado personalmente en el proceso, nunca habríamos
encontrado una respuesta medianamente lógica a una pregunta que muchas veces me
hicieron: ¿En qué disco sale la 'versión larga' de "Amor por
Computadora"? (canción n° 7 del LP “Rock de una noche de verano” de Miguel
Ríos, de gran popularidad a principios de la década de los 80).
Corrían los últimos meses del 83,
y me encontraba como Asesor de A&R (una suerte de label manager)
en la hoy desaparecida casa discográfica El Virrey Industrias Musicales S.A. En
ese entonces, mi labor consistía, principalmente, en identificar las
producciones musicales que tuviesen potencial comercial en el mercado peruano,
fundamentalmente de repertorio anglo, para luego editarlas en versión nacional
(aunque me daba algunas licencias para otros géneros). Muy aparte de las estrategias
seguidas para ello, que no es objeto de esta nota, habría que conocer una parte
del proceso de fabricación de discos (de vinilo o pasta) durante esos años.
Era una época en que el fax era
casi de ciencia ficción, el correo electrónico inimaginable, las computadoras
personales sólo en manos de los pioneros en informática... No existían
servicios de courier y todo se hacía a la antigua: prestas secretarias tomaban
dictados escribiendo en taquigrafía, para que, después, sólo los mensajes más
urgentes fueran pasados al departamento de télex, en donde otra eficiente
señorita "picaba" los mensajes; memorándums escritos en máquina de
escribir y sus copias al carbón... El correo aéreo regular era la estrella de
entonces, y las llamadas telefónicas de larga distancia estaban reservadas sólo
para casos de urgencia, por lo oneroso de las comunicaciones internacionales de
la CPT, la Compañía Peruana de Teléfonos.
Los discos de pasta se recibían
–por correo, claro- de todas partes del mundo, y si había alguno con
posibilidades de explotarlo en el mercado local, lo primero que se hacía era
enviarlo al departamento de grabaciones para que lo copiaran a modo de back up
en una cinta de carrete abierto, tratando de preservar al máximo la fidelidad
(sólo las producciones muy importantes eran enviadas directamente en cinta,
pues los altos costos de transporte y desaduanaje hacían que esa práctica fuere
casi prohibitiva). Y esto se hacía de una manera muy simple: un tornamesa, una
pastilla o aguja de muy buena calidad, un amplificador, buenos parlantes y una
grabadora de cinta. De modo tal que, si se decidía lanzar en edición nacional
determinada producción, se echaba mano de la cinta y pasaba al departamento de
corte, en donde los sonidos se transferían físicamente a un acetato, y de allí
se hacían las matrices de los discos (33 r.p.m. ó 45 r.p.m., lado A y lado B).
En aquella época, apenas iniciada
la ola del rock en español en el Perú de los ochenta, recibí un long play y un
45 r.p.m., directamente de la oficina del sello Polydor de España. Ese long
play fue El rock de una noche de verano, de Miguel Ríos, artista cuya
trayectoria ya me era muy conocida y, ante la explosión del género, decidí
prestarle más que atención. Sobre todo al disco simple con "Amor por computadora"
en el lado A, el que decidí sin ninguna duda promocionar en las radios de
entonces, utilizando el mismísimo disco original recibido de la Polydor de
España. Por supuesto, luego de haber hecho el back up, tanto del sencillo como
del álbum. El éxito fue tal que no pudimos esperar a pedir la cinta para
lanzarla en edición nacional –no había tiempo, demoraba cerca de 30 días la
importación de los carretes y el disco ya lo pedían en las discotiendas- y fue
entonces que dimos la orden para que la cinta del 45 pasara al departamento de
corte.
Ante la arrolladora venta del
sencillo, el paso lógico era editar el álbum, formato que, una vez lanzado,
tradicionalmente permanecía rezagado en comparación al 45. Primera sorpresa: el
larga duración se comenzaba a vender mucho más que el disco simple, y las
radios comenzaron a tocar la versión larga de "Amor por computadora".
Sí señor, una versión larga, aquella que venía con los primeros riffs de
guitarra en cuatro tiempos antes de arrancar con las bases.
La "versión larga" la pueden escuchar aquí (riff a partir del 1:13")
Las ventas fueron inigualables,
al punto que algunos países vecinos comenzaron a prestarle atención al tema, y,
de paso, a preguntarnos por nuestra experiencia con el artista. En un momento
recuerdo haber conversado con algún colega, creo que de la disquera en Ecuador,
a quien le relaté la buena táctica de lanzar, primero, la versión corta y,
posteriormente, la otra, alargando así la vida, y por ende, las ventas, de
dicha producción (y dándomelas, cómo no, de eximio estratega musical).
- "¿Cuál versión
larga?", fue la pregunta que de inmediato recibí de parte de mi
interlocutor.
- "Pues… la de "Amor
por computadora" que está en el álbum", respondí diligentemente, con
la seguridad y el respaldo que me daban los excelentes números conseguidos y la
total consagración del artista en el Perú (cosa que era mi principal
motivación, más que las ventas en sí).
La segunda sorpresa que me dejó
frío, más aún viniendo de aquel reputado colega, llegó inmediatamente:
- "Yo tengo el disco
importado de España, lo he escuchado mil veces, y aquí no hay ninguna versión
larga", me dijo.
Para mí, por supuesto que no
podía ser, pues el álbum había sido una copia exacta –o por lo menos eso
creíamos- del mismo larga duración de edición española. ¿Habría otra versión?
Imposible, pensábamos, y, en todo caso, se nos hubiera sido comunicado…
Luego
de días de discusiones y averiguaciones, dimos por fin con la trama del asunto:
El disco recibido por nosotros había llegado defectuoso, pues al principio de
"Amor por computadora" tenía un rayón, y las sensibles pastillas del
departamento de grabaciones la habían detectado, generándose lo que comúnmente
se conocía como "salto" o efecto de disco rayado... Esto es, se
repetían secuencias de la canción. Pero eso no quedaba allí, pues los
experimentados oídos de los técnicos no hubieran dejado pasar tamaña falla. Lo
inverosímil fue que los "saltos" fueron tan exactos y precisos -en
tiempo y forma-, que nadie, absolutamente nadie, reparó en aquella falla, y
todos en El Virrey dimos por sentado que aquel disco, efectivamente, contenía
la versión larga de ese tema.
La versión correcta -y única- pueden escucharla aquí
La versión larga peruana tuvo que
ser descontinuada luego de los primeros prensajes y, posteriormente,
reemplazada por el disco de la versión correcta. En un inicio, fue motivo de un
buen jalón de orejas por parte de la casa matriz de Polydor. No obstante, luego
de recibir las jugosas regalías -por lo menos, eso creo yo- se convirtió como
por arte de magia en reconocimientos y halagos, desde luego, no oficiales.
Cierto es que con el avance de la
tecnología de hoy, reproducir ese lapsus es demasiado sencillo (como lo
reproduzco aquí en las muestras de audio digitales con extrema facilidad), pero
de allí a que se formen de manera fortuita y casual, no existe tecnología nueva
o vieja capaz de semejante coincidencia.
Aquel rayón burló los oídos más
finos, no míos sino de los técnicos y ejecutivos de la disquera, hombres de
radio, de prensa, y, por supuesto, del público que llegó a adquirir aquella
edición limitada del famoso Rock de una noche de verano, de Miguel Ríos. Uno en
millón.
Quien tenga alguna copia de esa "versión larga", o mejor dicho, "copia no autorizada", que la guarde, pues me imagino que debe tener algún valor para fanáticos. Hoy, el escándalo que se hubiera armado si alguien se atreve a sacar una versión distinta, sería mayúsculo... Eran otras épocas, sin duda, y la tecnología no estaba de nuestro lado; las casualidades sí. Felices fiestas a todos
Diciembre 2016